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25.2.07

LA LITURGIA DE LAS HORAS

La Liturgia de las Horas (antes llamada Oficio divino o Breviario) es la oración de la Iglesia que alabando a Dios e intercediendo por los hombres, prolonga en la tierra la función sacerdotal de Cristo. La Iglesia la formamos todos los bautizados y por eso la Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios.
En ella, Cristo mismo "sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia" (SC 83); cada uno participa en ella según su propio lugar en la Iglesia y las circunstancias de su vida. Con ella los fieles (clérigos, religiosos y laicos) ejercen el sacerdocio real de los bautizados. Celebrar la Liturgia de las Horas exige "adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica especialmente en los salmos" (SC 90).
En definitiva podemos decir de la Liturgia de las Horas que es una oración estructurada que realiza la Iglesia. En esta oración se rezan himnos, antífonas, salmos, estando la mayoría extraída de la Biblia de tal manera que al leerlas, meditarlas, y dirigirlas a Dios estamos usando las mismas palabras con las que Él nos ha hablado y asimismo esperamos que, al repetirlas, las reconozca y nos atienda. Al mismo tiempo le escuchamos y nos acercamos al Misterio de Dios. También son oraciones que realiza una parte de la Iglesia en el nombre del todo el pueblo cristiano, es la oración que la Iglesia ha hecho suya. Para los religiosos, monjas, sacerdotes y consagrados es una obligación a la que también se invita a sumarse a todos los fieles (CDC nº 276.3). No es pues cosa solamente de los canónigos, de los ministros ordenados o de los religiosos obligados al coro sino de todo el pueblo de Dios. "Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero." (Catecismo de la Iglesia Católica 1196).
Esta oración, también llamada Oficio Divino, está estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche teniendo como finalidad la de santificar los diversos momentos de la jornada.
A lo largo de la historia han variado tanto las Horas como el contenido de la oración. Al Oficio divino o Breviario se prefiere llamarlo hoy Liturgia de las Horas. Constaba de ocho momentos distintos: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. El Vaticano II suprimió la hora de Prima, dio prioridad a Laudes y Vísperas, de las llamadas horas intermedias (Tercia, Sexta, Nona) dejó que se eligiese una de ellas, creó el Oficio de Lecturas (que aún llama Maitines) aunque no se sujeta a hora nocturna y que las Completas fuese siempre oración para el fin de la jornada. Los monjes, frailes, monjas y consagrados obligados a coro mantienen la obligación de las ocho horas canónicas.
Los dos momentos principales de esta oración son Laudes y Vísperas, antiguamente llamadas Horas Mayores, y por ello tienen que tener el lugar más destacado. Laudes se reza al comienzo de la jornada y Vísperas al finalizar el trabajo del día.
Los principales elementos del Oficio Divino son :

* Introducción a la oración

* Himno: introduce a la celebración. Parte de las maneras de hablar de cada pueblo e introduce en las maneras de hablar de Dios.

* Salmos: núcleo central de la Liturgia de las Horas. Son cánticos y salmos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Los salmos se rezan como plegaria y así todo el oficio cobra vida, llegando a ser verdadera oración.

* Lectura Bíblica: se suele hacer una lectura breve, que introduce el diálogo: no sólo hablamos a Dios sino que también lo escuchamos.

* Responsorio breve

* Preces: se dirigen directamente a Dios y piden por la Iglesia y el mundo.

* Padre Nuestro: concluye y culmina la plegaria de la Iglesia, el que corona toda la celebración.

* Oración final y conclusión del Oficio: se desea e implora la bendición de Dios.
La Institutio Generalis Liturgiae Horarum de 1971 es el documento que motiva y orienta la celebración de la Liturgia de las Horas.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

17.2.07

LOS SIGNOS Y GESTOS LITÚRGICOS

Podemos decir que existen cuatro clases de signos litúrgicos:
* Los que se relacionan con los gestos y posturas del cuerpo.
* Los que se refieren a los elementos que se emplean en la celebración (el pan, y el vino, las velas, la sal, el incienso, la ceniza...)
* Los que forman parte de los templos (el altar, el ambón...)
* Los que realizan las personas que actúan en las celebraciones (el sacerdote, la asamblea, los ministros...)
No podemos vivir sin gestos y actitudes corporales. Ellos expresan, provocan o dan realce a lo que pensamos y sentimos: el abrazo, el beso, el apretón de manos, las lágrimas, el grito de alegría, el silencio, el ponernos súbitamente de pie, aplaudir...y todos estos gestos surgen "naturalmente", al compás de nuestros pensamientos y emociones. ¡Cuántas veces los gestos "dicen" más que las palabras!Somos así: espíritu y materia; cuerpo y alma formando una totalidad que se llama hombre.
Este hombre real participa y "crea" la liturgia. Por eso, la liturgia contiene muchos gestos y actitudes con los que intentamos expresar exterior y corporalmente nuestros sentimientos hacia Dios. Los gestos litúrgicos más importantes son: la señal de la cruz; las unciones; la imposición de la ceniza; los ojos elevados al cielo; ciertos gestos relacionados con las manos: manos juntas y plegadas sobre el pecho; manos que se golpean el pecho; manos elevadas y extendidas; manos que dan y reciben la paz; manos dispuestas para recibir el Cuerpo del Señorl.

La Iglesia insiste en la necesidad de renovar, actualizar, "entroncar" los gestos con cada cultura, para que las palabras y gestos sean más "significativos" para la mentalidad del hombre moderno e incluso para cada región y comunidad. La liturgia consta de una parte inmutable por ser de institución divina (la fórmula de la consagración por ejemplo), y de otras partes sujetas a cambio, que pueden y aún, deben ir cambiando, como lo ilustra la historia de la Iglesia.
"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).
Este deseo de la Iglesia es por demás coherente: la repetición constante de los ritos , realizados generalmente sin conocer su significado, produce un inevitable desgaste y llegan a "no decir nada". La liturgia no es un teatro. La tarea de renovación litúrgica exige reflexión, creatividad y participación. Mientras tanto es necesario conocer el significado de los gestos y ejecutarlos con espontaneidad y convicción, haciendo de ellos auténtica expresión de nuestros sentimientos religiosos.


11.2.07

FUNCIONES DEL CAPILLER O SACRISTÁN

* El sacristán debe conocer los horarios de las misas y dar las campanadas a tiempo: la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de hora; y la última, a la hora de empezar.
* Procurará que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio, cepilladas, limpias y listas para usarse, en cantidad suficiente (albas, estolas, casulla, cíngulos, etc).
* Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea (hostias, vino, agua). Sobre todo tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y el ambón.
* Se encarga del ambiente agradable: música ambiental, adorno, aseo, luz, ventilación, temperatura, sonido.
* Tiene que consultar el calendario litúrgico para ver las características del día (categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.
* Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos, para la bendición.
* Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo; hace reverencia profunda al altar siempre que pase delante de él.
* Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo y conopeo (puede ser del color del tiempo). Cerca del Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un purificador (el agua se vacía a la piscina o a una maceta).
* Conoce si la Misa se aplica por algún difunto y pone el oportuno aviso para el celebrante.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

LOS CULTOS EN LAS HERMANDADES I

Los cultos que las hermandades dedican hoy día a sus titulares están recogidos claramente en sus Reglas. Entre sus fines se recoge en primer lugar el de "Dar culto público y asiduo a Dios Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre la Virgen María, representados en nuestras Sagradas Imágenes"
Queda claro pues desde el principio que uno de los fines esenciales e irrenunciables de las hermandades es el de dar culto público a Dios y a la Virgen María, además de a sus devociones particulares. Esto debe saberse con claridad ya que algunas de las críticas que se hacen a las hermandades proviene del desconocimiento de sus fines. El culto a sus titulares es "lo suyo específico" estando lógicamente obligadas a realizar otras funciones (caridad, formación, catequesis) ineludibles para poder estar en línea con las exigencias de la Iglesia hoy en día.

Las hermandades tienen en honor a sus titulares principales (Cristo y Virgen) fundamentalmente cuatro formas de cultos: novenas, septenarios, quinarios y triduos. Estos cultos se rematan con la Función Principal, y solemne besamanos o besapié generalmente al domingo siguiente a la Función, llamada de Instituto, aunque hay numerosas excepciones. Si la Función es a la Virgen, el canto de la Salve al finalizar es habitual, como habitual es también el de repartir recordatorios en forma de fotos o estampas a los fieles que han acudido a la respectiva Función.

El desarrollo del triduo, quinario, septenario o novena sigue un esquema generalmente similar para todas las hermandades: rezo del Santo Rosario, ejercicio propio del Triduo o correspondiente, que consiste en una breve oración, algunas preces, peticiones dirigidas al titular al que se le dedica el culto y Santa Misa con Sermón. En algunas ocasiones hay Exposición del Santísimo y Bendición. Algunos quinarios o funciones tienen concedidas indulgencias.
La Función Principal consiste en Misa solemne con Sermón, y al Ofertorio Protestación de Fe, con juramento solemne de creer y defender las verdades más fundamentales de nuestra religión, con especial referencia a la defensa de la pureza inmaculada de la Virgen y posterior beso al Libro de Reglas con la Presidencia de la hermandad como testigos. Las Reglas ordenan que los hermanos deben portar la medalla de la hermandad en todos estos cultos. También las Reglas suelen incluir la fórmula de Protestación de Fe, que no es unitaria para todas las Hermandades, y a veces las oraciones del culto respectivo (Triduo, Quinario, etc).

No obstante, no todas las Hermandades siguen el mismo esquema en el desarrollo de sus cultos. Así, algunas en su quinario no celebran la Eucaristía, consistiendo el mismo en canto de entrada, Exposición del Santísimo, ejercicio de piedad propio del culto con oración al titular y sermón. Tras el mismo viene la parte eucarística con preces, bendición y canto final. En definitiva, son cinco días de preparación donde el Sermón tiene gran importancia formativa para culminar con la Función Principal, en la cual la Eucaristía y la comunión general suponen la culminación de lo que antes se han venido preparando durante los días precedentes los hermanos.
En realidad, los ejercicios de piedad (ya que no son otra cosa los Quinarios, Triduos y demás) tenían antiguamente un sentido de preparación, durante el cual mediante el Sermón, único medio de la Iglesia para transmitir sus mensajes evangélicos en aquellos tiempos, y mediante la meditación de los misterios de la Pasión, se invitaba al cofrade a una conversión, que culminaría recibiendo los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía en la Función Principal, que por eso recibía tal nombre. La celebración de la Eucaristía no es pues esencial en los ejercicios de piedad, aunque si es la culminación de esos cultos. En este sentido, podría afirmarse que la llamada Función Principal sólo lo es en la mayoría de los casos por la solemnidad o tradición, ya que en sentido estricto, al celebrar siempre la Eucaristía en rigor no puede decirse de una Eucaristía que sea más principal que otra.

Cierto es también que la práctica de la comunión frecuente es muy moderna, siendo en siglos pasados ésta una práctica más bien excepcional debido entre otras cosas al estricto ayuno eucarístico que había que guardar para comulgar (desde la medianoche anterior), lo cual no favorecía esta práctica y forzaba por añadidura la inexistencia de misa vespertina. Pío XII en 1953 mitigó el ayuno, que pasó primero tres horas y posteriormente a una hora antes (CDC 919).

El hecho generalizado hoy día de celebrar en el mismo acto el rezo del Santo Rosario, el ejercicio del Quinario, la Santa Misa con el Sermón y a veces la bendición con el Santísimo prolongan en demasía la duración de algunos cultos, confundiendo la larga duración con la solemnidad, cuando más bien puede caerse en pesadez o aburrimiento. Es claro que la calidad del culto no depende del tiempo sino de la intensidad y participación de los fieles.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hermandad de Jesús Despojado

4.2.07

EL LUGAR DE LA CELEBRACIÓN: EL TEMPLO


Un elemento al que hoy día no parece prestársele ninguna importancia es la orientación del templo, que siempre ha sido en la tradición cristiana mirando al oriente (oriens significa oriente y orientarse es dirigirse al oriente, al este).

En un templo la cabecera es donde está el retablo mayor y los pies del templo son la entrada principal. El ábside, la cabecera del templo litúrgicamente orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así Cristo es el sol naciente que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas mirando al Templo de Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre considerada como tradición apostólica desde tiempos de la Iglesia antigua de mirar mientras oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco el sacerdote convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia.
Los templos tienen fundamentalmente dos lugares bien definidos: la nave o naves, donde está el pueblo participante de la Asamblea y el presbiterio, sitio donde se sitúan los ministros para la celebración. El elemento más importante del presbiterio y centro del espacio celebrativo es el altar, punto de referencia y principio de unidad, centro de toda la liturgia eucarística.


El altar tiene una connotación sacrificial a la que se suma el sentido de comida eucarística, es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser fijo, estar consagrado y se dedica a Dios. Es costumbre que contenga alguna reliquia de mártir o santo aunque no es obligatorio. También puede haber altares moviles, que en este caso sólo se bendicen. El altar se recubre con un mantel y sobre él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. Cuando celebra el obispo diocesano se ponen siete candeleros. También en el presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la sede, lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.

Se recomienda que el sagrario ocupe una capilla lateral dentro de la iglesia para que el Sacramento pueda ser adorado fuera de la Misa aunque a veces (por falta de espacio u otras circunstancias) el sagrario se encuentre en el mismo presbiterio.

Jesús Luengo Mena, Lector instituido

LA CUARESMA

Cuarenta días antes del Domingo de Ramos empieza el tiempo de Cuaresma, que la Iglesia instituye para prepararnos a celebrar los misterios de la Pasión. Desde fines del S. II ya existe en la Iglesia un período de preparación a la Pascua, observado con días de ayuno y penitencia.

Este ayuno de cuarenta días se observaba desde la sexta semana antes de Pascua, pero habiendo por medio seis domingos (días siempre festivos y nunca penitenciales) y para completar el número simbólico de cuarenta días de penitencia (cuarenta años fue la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, cuarenta horas permaneció Jesús muerto, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta días estuvo Moisés en el Sinaí) se amplió al miércoles anterior.

Más tarde se añadieron otros domingos de preparación a la Cuaresma (Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima, hoy suprimidos). Era en Cuaresma la época en que los catecúmenos que se iban a bautizar en la Vigilia Pascual se preparaban intensamente para recibir el Sacramento. También, en el Miércoles de Ceniza, eran separados públicamente de la Asamblea los pecadores, imponiéndoseles la ceniza y obligándoseles a la penitencia pública, generalizando la costumbre de la imposición de la ceniza a todos los fieles el papa Urbano II en el Sínodo de Benevento del año 1001. La Constitución litúrgica (SC 109) recuerda el carácter bautismal y penitencial de la Cuaresma. Es la época del "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15)

Abarca pues desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo pascual. El computo matemático total en la actualidad suma cuarenta y cuatro días, incluidos el Miércoles de Ceniza y el Jueves Santo. Dentro de la Cuaresma entran las siguientes fiestas:

* Solemnidad de san José, el diecinueve de marzo.
* La Anunciación del Señor, el veinticinco de marzo.

La SC nos recuerda el doble carácter de la Cuaresma: penitencial y bautismal. Insiste en la escucha asidua de la palabra y en la dedicación a la oración. Teológicamente el protagonista de la Cuaresma es Cristo (se retira al desierto a orar, se encuentra con la samaritana y la salva, cura al ciego, etc). Él es el dueño de la historia y avanza hacia la Pascua sembrando la Salvación.

La trilogía cuaresmal que la iglesia nos propone consiste en limosna, oración y ayuno.

En cuanto a normas litúrgicas y orientaciones pastorales propias de este tiempo podemos puntar algunas:

* En general se debe buscar en el tiempo cuaresmal la mayor austeridad posible, tanto para el altar como para los demás lugares y elementos celebrativos.

* El contraste entre esta austeridad cuaresmal y las maneras festivas que se ofrecerán al llegar la Pascua (Pascua=paso) ayudarán a captar este concepto de "paso".

* En este tiempo hay que suprimir las flores, la música instrumental (salvo si es imprescindible para acompañar el canto) y los adornos.

* Una celebración comunitaria de la Penitencia es muy recomendable, con confesión personal como preparación inmediata al Triduo Pascual, así como el ejercicio del Vía Crucis.

* En la Misa se omite siempre el Aleluya.

* Se dicen los prefacios de Cuaresma (excepto las fiestas que los tengan propios).

* Los domingos se omite el Gloria.

* Antes del Evangelio, el lugar del Aleluya se puede hacer una aclamación a Cristo.

* El acto penitencial de la Misa debe destacarse.

* El miércoles de Ceniza y el Viernes Santo hay que guardar abstinencia de carne y ayuno.

* Los viernes de Cuaresma (y todos los del año) son días penitenciales de abstinencia. Esta puede ser sustituida por alguna práctica religiosa: lectura de la Sagrada Escritura, limosna penitencial, obras de caridad o piedad, etc.

* En el miércoles de Ceniza, la imposición de la ceniza debe hacerse después del Evangelio y la homilía. Por ese motivo en la Misa de ese día se omite el acto penitencial. Es recomendable que el sacerdote presidente se imponga a sí mismo la ceniza o que alguno de los fieles se adelante a imponérsela: debe dar ejemplo de que, como signo visible de Cristo en la comunidad, se incorpora también a su camino de Pascua.

* El sexto domingo de Cuaresma se llama domingo en la Pasión del Señor o de Ramos (antes de la reforma litúrgica se conocía por el nombre de Domingo de Pasión al anterior a Ramos, día del tradicional Pregón de la Semana Santa en Sevilla).

* Las vestiduras son, como en Adviento, moradas.

Resumiendo pues, en Cuaresma se debe buscar la mayor austeridad posible como tiempo penitencial propio tanto en el exorno de los altares como en los demás elementos celebrativos, suprimiendo flores y cánticos. En la antigua liturgia hispánica, en este tiempo se cubría el altar con un paño de saco. Se omite siempre el "Aleluya" y está mandado suprimir los adornos y las flores, excepto el domingo IV llamado de Laetare por su Introito (ese domingo se pueden usar ornamentos rosas), omitiéndose los domingos el "Gloria". Es tiempo adecuado para realizar celebraciones comunitarias de la Penitencia. El ayuno está limitado al Miércoles de Ceniza y al Viernes Santo, y la abstinencia de carne los días anteriores y a todos los viernes del año, no sólo los cuaresmales, ya que el CDC no hace distinción alguna entre unos viernes u otros (CDC 1.250 y siguientes). No obstante, el ayuno y la abstinencia pueden ser sustituidos por otra práctica penitencial como obras de caridad o de piedad, limosnas, lecturas de las Sagradas Escrituras, etc (Artículo 13.2 del Decreto general sobre Normas Complementarias al Nuevo Código de Derecho Canónico de 26/11/83).