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24.3.07

LA LITURGIA DE LA SEMANA SANTA II

El Triduo Pascual, que comienza con la Misa “in coena Domine” y termina en la Vigilia pascual, es el ápice de la Liturgia que estallará en la celebración del domingo pascual.
El Triduo Pascual y que como hemos dicho comienza con la misa vespertina del Jueves Santo en la Cena del Señor (dando por finalizado el período cuaresmal precedente) tiene como característico el rito del Lavatorio de los pies tras la Liturgia de la Palabra y la reserva del Santísimo para la comunión del día siguiente ya que el Viernes Santo no se celebra la Misa ni se consagra. Al final de la Misa se omite el rito de despedida y la bendición y se hace el traslado del Santísimo sacramento. Se despoja el Altar sin ninguna ceremonia y si es posible se retiran las cruces de la iglesia o en su defecto se velan.

El Viernes Santo, primer día del Triduo Pascual, Pascua de Cristo crucificado es un día alitúrgico puesto que es un día en que la Iglesia no celebra la Eucaristía (al igual que el Sábado Santo) aunque si se reparte el Cuerpo de Cristo (novedad introducida con la reforma), se lee la Pasión de Jesús según el evangelio de Juan, a ser posible dialogada, y se hace la adoración de la Cruz. La oración de los fieles tiene ese día una especial importancia. El color litúgico que coresponde es el rojo.
El Sábado Santo, segundo día del Triduo, Cristo en el sepulcro, es también un día alitúrgico en el cual no hay ninguna celebración sacramental prevista.
En la Vigilia Pascual, que comienza con la Liturgia del Lucernario, bendición del fuego y posterior Pregón pascual prosigue con la Liturgia de la Palabra con nueve lecturas incluyendo los salmos, en las cuales al acabar las pertenecientes al Antiguo Testamento se canta el Gloria, se encienden las luces del templo que hasta ese momento ha permanecido a oscuras y se adorna el Altar con luces y flores para seguir con la Liturgia bautismal en la que se pueden bautizar a los catecúmenos y renovar las promesas bautismales. En la procesión hacia el baptisterio se entonan las letanías de los santos. Terminada la Liturgia bautismal se continúa con la liturgia eucarística en la forma acostumbrada. Las vestiduras son blancas.
Históricamente se comenzó celebrando solamente la Vigilia Pascual y de ahí se pasa en el S. IV a celebrar el Triduo Pascual, y como consecuencia, la Semana Santa completa.
Como normas litúrgicas hay que tener en cuenta que durante el Triduo pascual no se tocan campanas (suena la popular matraca), el Altar permanece despojado sin Cruz ni mantel desde la terminación de la Misa en la Cena del Señor del Jueves Santo y sin flores o muy escasas y el Sagrario permanece abierto y vacío. No suena la música y el coro, si interviene, lo hace "a capella".
El Viernes Santo y el Sábado según la oportunidad se guarda el sagrado ayuno de la Pascua que no tiene ya carácter penitencial. En la Vigila Pascual, por el contrario, todo debe rezumar alegría: se deben poner flores, alfombras, y a partir del Gloria suenan las campanas y los instrumentos musicales. Debe contrastar claramente la austeridad cuaresmal con la alegría de la Resurrección.
Desde el final de la Misa vespertina del Jueves Santo hasta la medianoche se considera reserva solemne. El Viernes Santo se da el culto habitual a la reserva eucarística y tras los Oficios se debe retirar la reserva de la veneración de los fieles y colocarla en un lugar privado. También se hace genuflexión a la Cruz desde los Oficios del Viernes Santo hasta la Vigilia pascual.

Desde estas líneas invitamos a todos los católicos a participar en los actos litúrgicos de la Semana Santa, cada uno en su parroquia respectiva, capilla o en la catedral, donde alcanzan un esplendor litúrgico incomparable. Ningún cristiano debe perder la ocasión de participar en los actos litúrgicos de esos días pues no hay mejor manera de celebrar el Misterio de nuestra salvación. Y al salir de los Oficios ¡ A ver Cofradías¡
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Hno Mayor de la Hdad de Jesús Despojado

LA LITURGIA DE LA SEMANA SANTA I

Si se puede hablar a lo largo del Año litúrgico de un tiempo “fuerte” de gran riqueza litúrgica ese tiempo es sin duda la Semana Santa. Domingo de Ramos, Oficios del Jueves y Viernes Santos y la Vigilia Pascual son momentos cumbres del año litúrgico.
La actual Liturgia de la Semana Santa se inicia a partir de los años 1951 y 1955 siendo papa Pío XII que reforma primero la Vigila Pascual y posteriormente toda la Semana Santa. El Concilio Vaticano II, en la Sacrosantum Concilium la culmina con la posterior publicación del Misal romano de 1969. Ya quedaron atrás ritos como la ceremonia de la "Seña", efectuada en los Oficios de Semana Santa al canto del VEXILLA REGIS, que consistía en ondear una enorme bandera negra con una cruz roja y que algunos autores consideran como el origen de las actuales banderas de "paso" que llevan nuestras cofradías sevillanas o el uso del Tenebrario para iluminar tenuemente el templo e ir apagando todas sus velas excepto una en el suprimido Oficio de Tiniebas y en el cual los fieles tocaban sus carracas, o el enorme desarrollo de los llamados “monumentos”, arquitecturas efímeras para albergar la reserva del Santísimo y que en la catedral se montaba en el trascoro y casi rozaba las bóvedas por su altura y grandiosidad. Hoy sigue la costumbre pero mucho más discreta.

Hasta las reformas citadas se consideraba al Sábado Santo como día de Gloria (sábado de Gloria) ya que la Vigilia pascual se celebraba por la mañana.

Comienza la Semana Santa con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (que ese es su actual nombre aunque errónea e indebidamente se le siga llamado Domingo de Pasión al anterior al de Ramos). El Domingo de Ramos, en todas las Misas, es obligatorio hacer conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén, que puede realizarse con una procesión (la de los Ramos), con entrada solemne o con entrada simple, según las circunstancias de cada momento y lugar.
Las palmas y los ramos, que son signos populares de victoria, manifiestan que la muerte en la Cruz es signo de victoria. Los fieles han de tener los ramos en las manos antes de la celebración ya que la distribución de los ramos ha sido suprimida. Ese día los celebrantes usan el color rojo que apunta a la muerte del Mártir y a su posterior Victoria uniendo así la Entrada de Jesús con su muerte y resurrección.
Acabada la procesión se dice inmediatamente la oración colecta, suprimiéndose pues los ritos inciales. Asimismo se debe leer la Pasión, por lo menos en su forma abreviada. Se leerá el relato de la Pasión según el evangelista del año que toque (Mateo, Marcos o Lucas ya que el relato de Juan se reserva siempre para el Viernes Santo) y ya desde antiguo se adoptó la costumbre de actuar tres lectores distintos: el que hace de Jesús (que debe reservarse para el celebrante), otro narrador y un tercero que personifica al resto de los demás interlocutores, costumbre que debe mantenerse cuando sea posible.

En la mañana del Jueves Santo se celebra por el obispo la llamada “Misa Crismal en la cual se bendicen los Santos Oleos que se usarán durante el año. Es una Misa a la cual están especialmente llamados los sacerdotes, que en la misma renovaran sus promesas sacerdotales.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

17.3.07

EL VÍA CRUCIS

El Vía Crucis cuaresmal y el Vía Lucis, su equivalente pascual, son formas de devoción popular muy queridos, especialmente el ejercicio del Vía Crucis en el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones.
ORACIONES INICIALES
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti,para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

I. Primera estación
Jesús condenado a muerte

II. Segunda estación
Jesús es cargado con la Cruz

III. Tercera estación
Jesús cae por primera vez

IV. Cuarta estación
Jesús se encuentra con su Madre

V. Quinta estación
Jesús es ayudado por el Cirineo

VI. Sexta estación
La Verónica seca el rostro de Jesús

VII. Séptima estación
Jesús cae por segunda vez

VIII. Octava estación
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

IX. Novena estación
Jesús cae por tercera vez

X. Décima estación
Jesús es despojado de sus vestiduras

XI. Undécima estación
Jesús es clavado en la Cruz

XII. Duodécima estación
Jesús agoniza en la Cruz

XIII. Decimotercera estación
Jesús muerto en brazos de la Virgen

XIV Decimocuarta estación
Jesús es sepultado

A cada estación se suele añadir un pasaje evangélico, si lo hay, y una meditación que concluye con la frase ¡Te adoramos Cristo y te bendecimos¡ respondiendo el pueblo ¡Porque por tu santa Cruz redimiste al Mundo¡ y se reza un Padrenuestro aunque se puede añadir Avemaría y Gloria. Como el lector ya sabrá, hay algunas estaciones del Vía Crucis (como el relato de las caídas, la Verónica o el despojo de las vestiduras) están tomadas de los Evangelios apócrifos aunque la tradición cristiana las ha asumido como ciertas.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

6.3.07

ELEMENTOS NECESARIOS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

Para celebrar la Misa el sacerdote que preside debe llevar el alba, la estola y sobre ellas la casulla, con los colores litúrgicos del tiempo correspondiente. Los ministros concelebrantes pueden también llevarla, aunque está permitido que sólo vistan alba y estola.
El altar debe estar cubierto con un mantel blanco digno y sobre él o cerca se colocan dos candeleros con velas encendidas. Puede haber flores (salvo en Cuaresma) aunque el criterio es que la ornamentación del altar sea siempre moderada y que no se impida su visión por el pueblo. Además debe haber una Cruz con la imagen de Cristo, o bien sobre el Altar o en un lugar cercano y visible. También se debe seguir el criterio de que sólo debe haber sobre el Altar los objetos que se vayan a utilizar en ese momento, debiendo retirarse cuando no se necesiten.
El Misal es el libro que se necesita para celebrar y contiene las oraciones de la Misa y las partes comunes, con sus distintos formularios. Se coloca sobre un atril o sobre un cojín. En el ambón estará el Leccionario, con las lecturas del día. También puede estar el libro de la Oración de los fieles.
En la credencia debe estar el cáliz cubierto con un velo, (palia), patena con hostia, corporal, purificador, vinajeras con vino y agua, jarrita con agua, aguamanil y toalla pequeña, platillo de comunión y la llave del sagrario.
Al momento de comenzar la liturgia eucarística el acólito acercará al Altar el cáliz, con la patena y la hostia, cubierto con el purificador y el corporal así como las vinajeras con vino y agua. Una vez preparados los dones, retirará las vinajeras.
El turiferario ofrecerá el incensario al sacerdote en los momentos oportunos. El incienso siempre lo pondrá en sacerdote.
El toque de campanillas, hoy en desuso, puede hacerse al acabar el Sanctus y durante la ostensión del cáliz y de la hostia recién consagrada. También puede hacerse al terminar la consagración.
Tras la comunión se retiran los vasos sagrados y se purifican en la credencia. Si hay bendición con el Santísimo deberá estar previsto el humeral (paño de hombros para coger la custodia) y el ostensorio o custodia.
El pan a consagrar debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales distintos del trigo. Sería un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel.
Las hostias deben ser preparadas por personas honestas, expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados. Las fracciones del pan eucarístico deben ser repartidas entre los fieles, pero cuando el número de estos excede las fracciones se deben usar sobre todo hostias pequeñas.
El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

4.3.07

LA SAGRADA COMUNIÓN: QUIEN PUEDE IMPARTIRLA, CONDICIONES Y MANERA DE RECIBIRLA

La comunión la distribuyen los presbíteros y los diáconos, por derecho propio, especialmente el vino. Si es necesario, puede distribuir la comunión el acólito instituido, al cual se le considera como ministro extraordinario. Si la comunión es bajo las dos especies será el acólito quien ofrezca el cáliz y si es por intinción sostiene el cáliz. Si falta un acólito instituido y fuese necesario también la podría distribuir una persona designada de manera ocasional, sin excluir a las mujeres. En definitiva, tanto los acólitos instituidos como los ocasionales sólo la repartirán en caso de necesidad (excesivo número de fieles que alargaría mucho el rito, dificultades de movilidad por parte del presidente, difícil acceso a algunas zonas y cosas por el estilo). En ningún caso se debe permitir a los no ordenados distribuirla sin causa justificada y mucho menos como muestra de “reconocimiento o premio” a algún miembro de la comunidad. Siempre lo harán en ausencia o imposibilidad de los ministros ordinarios o extraordinarios.

Sobre la condiciones para recibirla recordamos que el ayuno eucarístico sigue vigente: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos una hora antes de la sagrada comunión, a excepción del agua y las medicinas” (CDC nº 919). Se exceptúa a los ancianos, a los enfermos y a quines los cuidan así como al sacerdote que oficie dos o tres Eucaristías en el mismo día, debiendo guardar el ayuno sólo para la primera Eucaristía. Además, no pueden recibirla los excomulgados ni los que tengan conciencia de hallarse en pecado grave. Si concurre motivo grave y no se tiene posibilidad de confesarse sacramentalmente se puede recibir la comunión, estando obligado a confesar cuanto antes se pueda (CDC 916). Sobre repetir la comunión está permitido recibirla una segunda vez en el mismo día, siempre dentro de la celebración eucarística en la que se participe (CDC 917).
También los fieles pueden recibir la comunión fuera de la Misa, siempre que lo pidan por causa justa aunque lo recomendable es recibirla siempre dentro de la celebración eucarística.

Sobre la forma de recibirla por parte de los fieles depende de si se hace bajo una o las dos especies. En cualquier caso es preciso aclarar que bajo una cualquiera de las dos especies está Cristo entero. Los frutos de la comunión no se incrementan por comulgar bajo las dos especies.
El Misal establece: “ El sacerdote toma la patena o el copón, y se aproxima a los que van a comulgar, quienes de ordinario se acercan procesionalmente. No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano. Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia episcopal. Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, establecida por las mismas normas” (OGMR 160). Se refiere a inclinación de cabeza. Lo fieles pueden recibir la comunión en la boca o en la mano. Si lo hacen en la mano deben colocar la mano izquierda sobre la derecha para recibir la Hostia en la mano izquierda y cogerla con la derecha para llevarla a la boca. Debe consumirse íntegramente delante del sacerdote y no irse con la Hostia en la mano. El sacerdote dirá : “El cuerpo de Cristo” respondiendo con un Amen.
Bajo las dos especies, además de los religiosos, la pueden recibir los fieles según el criterio de su sacerdote que lo considere pastoralmente oportuno.
Si es bajo las dos especies no está permitido que los fieles reciban primero la Hostia en la mano y luego la mojen ellos mismos en el cáliz. “Si la comunión se hace por intinción, el que va a comulgar, sosteniendo la patena bajo la boca, se acerca el sacerdote, que tiene el cáliz y a su lado al ministro que sostiene el recipiente con las partículas consagradas. El sacerdote toma una Hostia, la moja parcialmente en el cáliz y, mostrándola dice : “El Cuerpo y la Sangre de Cristo”; el comulgante responde: “Amen”, recibiendola en la boca de mano del sacerdote el Sacramento, y luego se retira. (OGMR 287). Si es bebiendo del cáliz, primero se tomará la Hostia y posteriormente el sacerdote ofrecerá el cáliz para beber de él.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Jesús Despojado.