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17.4.07

EL TIEMPO PASCUAL

Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo pascual cuya característica es la alegría. Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:

* Octava de Pascua, que son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua también llamado domingo “in albis”porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado en la Vigila pascual deponían las vestiduras blancas que había llevado toda la octava.
* Tiempo Pascual hasta la Ascensión
* Tiempo Pascual después de la Ascensión.

En este tiempo celebramos:
* La Ascensión del Señor, a los cuarenta días de Pascua, hoy pasada al domingo VII de Pascua.
* Pentecostés. Se celebra a los cincuenta días de Pascua, en el domingo VIII después de Resurrección. Su octava ha sido suprimida. Es el colofón del ciclo pascual, no una nueva Pascua.
Ya los judíos celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí. La Iglesia, en el Concilio de Nicea reunido el año 325 dispuso que la Pascua se celebrase el domingo que hubiese tras el primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección, la Pascua Florida que es como se la llama en España, es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Podemos en cierto modo decir que así se unen los dos calendarios: el lunar (de tradición hebrea) y el solar.

En la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad, debe siempre haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces, música). El cirio pascual debe encenderse a diario, para subrayar la unidad de la cincuentena pascual y vuelve el Gloria. En las lecturas, durante la cincuentena se omiten las del Antiguo Testamento, para dar a entender que estamos en un tiempo nuevo, leyéndose n los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas se lee el de san Juan y las apariciones del Resucitado según el evangelista del año. La cincuentena pascual es el tiempo fuerte por excelencia del año litúrgico y la alegría debe ser la nota dominante. Es tiempo de frecuentar los sacramentos y de llevar la Eucaristía procesionalmente a los enfermos. El Código de derecho canónico obliga a comulgar al menos una vez al año y este precepto debe cumplirse en tiempo pascual, salvo que por causa justa se haga en otro tiempo (CDC 920). También es precepto confesar los pecados graves al menos una vez al año, aunque no necesariamente en tiempo pascual. Las vestiduras de los ministros es blanca.

JESÚS LUENGO MENA, Lector instituido

12.4.07

LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA II

6. En cuanto al modo de recitar las distintas partes de la plegaria eu­carística conviene recordar:
a) Hay partes reservadas al celebrante principal, que él solo debe decir con los gestos oportunos.
b) Hay partes que deben decir los concelebrantes, en voz baja como se ha indicado antes, y con los gestos siguientes: las manos extendidas hacia las ofrendas en la epíclesis, la mano derecha extendida hacia lo que se va a consagrar (con la palma hacia abajo) durante el relato de la institución y con las manos extendidas después de la consagración. Nunca deben tener los brazos cru­zados durante la Plegaria Eucarística.)
Hay, por último, partes que se pueden confiar a uno u otro con­celebrante, que debe recitar él únicamente con las manos exten­didas y en voz alta, mientras los demás escuchan.
7. Las partes de la plegaria eucarística que pueden confiarse a los concelebrantes los especifica la OGMR (219 a 236 ) y ella remitimos al lector, por ser algo tediosa su enumeración.
La doxología final la pueden decir todos los concelebrantes, pero no el pueblo. Tanto la doxología como el relato de la consagración pueden ser cantados.
8.- Respecto a la comunión de los concelebrantes, si deben acceder al altar para llegar a comulgar deben hacer genuflexión al llegar.
9.- Los ritos de conclusión se reservan al presidente. Antes de retirarse del altar, los concelebrantes se inclinan en señal de reverencia.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

11.4.07

LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA I

La Concelebración de la Eucaristía, expresión de la unidad del sacerdocio, del sacrificio y de todo el pueblo de Dios, es hoy una de las formas habituales de la santa misa. El Concilio Vaticano II y los diferentes documentos de la reforma litúrgica determinaron las circunstancias del rito y su desarrollo ceremonial. No hay duda de que la concelebración ha sido una de las novedades más notables.
La misma verdad y belleza de los signos litúrgicos reclama que sean realizados con dignidad, unción interior y escrupulosa fidelidad a lo dispuesto, dentro del margen de espontaneidad y calor humano que los distintos actores de la celebración deben poner en el ejercicio del culto divino.
Para eso vamos a recordar algunas cuestiones relacionadas con la concelebración.
1. Aunque la condición común de los concelebrantes sea el presbiterado, sin embargo es uno sólo el celebrante principal. A él corresponde pre­sidir y realizar una serie de acciones que le están reservadas, tales como incensar el altar, dirigir los saludos al pueblo, recitar o can­tar las oraciones presidenciales, etc y ocupar el puesto principal de la Sede. Cuando concelebra un Obispo, la presidencia litúrgica le corresponde a él. por derecho propio. En cuanto a los ornamentos, el celebrante principal debe llevar los mismos que cuando se celebra la misa individualmente. Los demás celebrantes, cuando hay justo motivo, pueden prescindir de la casulla, teniendo en cuenta que muchas albas deben ser utilizadas con amito por razones de elemental estética. Cuando el Obispo celebra solemnemente está especialmente indicada la concelebración.
2. Si no hay verdaderos diáconos sus funciones las asumen los concelebrantes que están a cada lado del que preside, revestidos como presbíteros.
3. Aun cuando sean numerosos los celebrantes, éstos no deben apropiarse las funciones de los ministerios inferiores al diácono, tales como las de lector, acólito, comentarista, etc. Estas funciones corresponden a los que han sido instituidos para ellas y también a los mismos seglares.
4. Es importante la unanimidad en los gestos y movimientos de los con­celebrantes, de acuerdo con lo establecido en el misal.
5. Los textos que competen a todos los celebrantes los pronuncian al unísono, pero en voz baja para que se pueda oír distintamente la voz del celebrante principal. De este modo el pueblo percibe mejor el texto.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido.

3.4.07

SÍMBOLOS LITÚRGICOS

Vamos a analizar brevemente en este artículo los principales elementos y símbolos litúrgicos que emplea la Iglesia, su significado y su uso.

El agua, que significa vida, nuevo nacimiento, Espíritu Santo. Se usa en el bautismo, en las aspersiones, exequias y en la Eucaristía.

La luz, símbolo de la presencia divina y de fiesta, se usa en el bautismo y en la Vigilia pascual.

El fuego, como resurrección de Cristo y Espíritu Santo, se emplea en la Vigilia pascual y en la dedicación del altar.

El incienso, como honor y alabanza, se usa en las exequias, procesiones, Eucaristía, culto eucarístico y dedicación del altar.

Los perfumes son oración, presencia del esposo y de Cristo, se emplean en la dedicación del altar, en la misa crismal y en las crismaciones.

El pan y el vino, alimentos y ofrenda, se usan en la Eucaristía

El aceite, simbolizando curación, fortaleza y posesión por el Espíritu, tiene su uso en el óleo catecumenal y en el óleo de los enfermos y Santo Crisma

El cirio simboliza a Cristo resucitado, la luz sin ocaso. Su empleo es propio en la Vigilia pascual, tiempo pascual, bautismo y exequias.

La fuente bautismal, que es la Iglesia y su seno, está dispuesta para el bautismo.

La Cruz, como árbol de vida y victoria pascual, se adorará en los Oficios del Viernes Santo. Además preside la Eucaristía y encabeza las procesiones.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido