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25.9.07

LOS ACTOS LITÚRGICOS

No todos los actos religiosos son actos litúrgicos. Vamos en este artículo a diferenciar lo que es Liturgia de lo que no lo es.
Sólo son actos litúrgicos aquellos que expresan la sacramentalidad de la Iglesia. Los actos litúrgicos tienen que tener sus libros oficiales y ritos propios, aprobados por la Santa Sede y tienen que ser presididos por los ministros autorizados para ello.
Los actos litúrgicos podemos agruparlos en tres categorías: los sacramentos, la Liturgia de las horas y los sacramentales.
Son actos litúrgicos en primer lugar la celebración de los distintos sacramentos: Eucaristía, Bautismo, Reconciliación, Confirmación, Matrimonio. Órden sacerdotal, Unción de enfermos.
También son actos litúrgicos la Liturgia de las horas –con sus momentos más importantes en los Laudes y las Vísperas– y los sacramentales.
Llamamos sacramentales a signos sagrados a modo de sacramentos pero que no han sido instituidos por Cristo sino creados por la Iglesia para preparar, acompañar y prolongar la acción de los sacramentos.
El nombre de “sacramentales” nos trae a la memoria el de “sacramentos” y manifiesta una íntima relación entre unos y otros. Los sacramentales ayudan a los hombres para que se dispongan a recibir mejor los efectos de los sacramentos, efectos que el Concilio llama principales.
¿En qué se diferencian los sacramentales de los sacramentos?Mientras los sacramentos son de institución divina, pues los ha instituido el mismo Jesucristo, los sacramentales son de institución eclesiástica, es decir, los ha creado la Iglesia. Además, en cuanto a los efectos también hay diferencias.
Los sacramentos producen la gracia “ex opere operato”, o sea, todo sacramento obra, tiene eficacia por el hecho de ser un acto del mismo Jesucristo; no obtiene su eficacia o valor esencial ni por el fervor ni por los méritos del ministro o del sujeto que recibe el sacramento. En cambio, los sacramentales obran “ex opere operantis Ecclesiae”, es decir, que reciben su eficacia de la misión mediadora que posee la Iglesia, por la fuerza de intercesión que tiene la Iglesia ante Cristo que es su Cabeza. Los sacramentales producen sus efectos por la fuerza impetratoria de la Santa Iglesia.
A modo de ejemplos podemos citar como sacramentales la dedicación de iglesias, las exequias, coronaciones canónicas, exposición y bendición con el Santísimo, la profesión religiosa, el agua bendita, exorcismos, bendiciones varias, adoración de la Cruz, imposición de la ceniza, etc.

No son actos litúrgicos, aunque tiendan a parecerse a ellos, las prácticas de religiosidad popular. El rezo del rosario, letanías, procesiones, Vía crucis, triduos, novenas, quinarios, setenarios, primeros viernes y demás prácticas de piedad popular no forman parte de la Liturgia de la iglesia, lo cual no quiere decir que no sean acciones piadosas dignas de favorecerse y practicarse.
Hay algunas procesiones que sí tienen categoría de litúrgicas: la del dos de febrero con las candelas, la del Domingo de Ramos (palmas) conmemorando la entrada del Señor en Jerusalén, la del Jueves Santo al llevar a Jesús sacramentado a la reserva, la del Viernes Santo al adorar la Cruz de Cristo, la del Sábado Santo tras el cirio pascual recién encendido o al baptisterio para el bautismo y las procesiones eucarísticas, como la del Corpus Christi.
Asimismo, durante la Misa tienen consideración de procesiones la de entrada de los celebrantes, la del evangelio cuando se va desde el altar al ambón a proclamarlo, la del ofertorio si se llevan los dones por los fieles al altar y la de la comunión, cuando los fieles nos acercamos a comulgar.
Jesús Luengo Mena


20.9.07

LAS ORACIONES DE LA MISA

Durante el desarrollo del rito de la eucaristía el sacerdote desarrolla varias acciones: gestos, saludos (El Señor esté con vosotros), moniciones (unas improvisadas pero en su momento oportuno, otras reguladas como el Oremos), diálogos con el pueblo (como el que introduce al Prefacio), lectura evangélica, homilía y oraciones. En este artículo vamos a tratar de las oraciones que el sacerdote dice en la Misa, excluyendo la Plegaria eucarística “ápice de la celebración”, ya que por su importancia merece un artículo para ella sola.
En primer lugar decir que no todo lo que se dice en la Misa es una oración. Oraciones son palabras que dirigimos a Dios, para alabarle o suplicarle. Así pues, en las oraciones, el sacerdote no se dirige al pueblo sino a Dios. Por eso comienzan con frases del estilo de “Te rogamos, Señor...; Te pedimos...; Escucha Señor... y similares. Se concluyen con una formula trinitaria de las varias que existen.
En la Misa hay que distinguir dos tipos de oraciones: aquellas que el sacerdote dice en voz baja porque no se dirige a Dios en nombre de la comunidad sino en el suyo propio (como por ejemplo la que pronuncia antes del Evangelio, al lavatorio o en la comunión) y aquellas oraciones que dice en voz alta, como portavoz de la asamblea. En este caso habla en plural.
Las oraciones de la Misa son acciones que pertenecen al celebrante principal, que siempre las debe pronunciar él, nunca un concelebrante. Por eso se las llama también oraciones presidenciales. Estas oraciones son: oración colecta, oración sobre las ofrendas, la oración después de la comunión y como más importante la Plegaria eucarística. También el presidente introduce y concluye la Oración de los fieles y el Padrenuestro, que reza toda la asamblea.
Las oraciones se deben escuchar siempre en pie, salvo el momento de la consagración, en que se permanecerá de rodillas.
Veamos brevemente cada una de ellas.
La oración colecta se dice tras el Gloria, si lo hay, o tras el “Señor ten piedad”. Mediante esta oración se expresa la índole de la celebración, o sea, el carácter propio del día. Si es solemnidad, fiesta o memoria se suele citar en la misma el santo que celebramos. Se la llama así porque recolecta las intenciones individuales en una sola oración que se convierte en la oración de la Iglesia. También se la llama a veces oración del día o de la Misa. Se considera la oración más importante de las variables y concluye con la fórmula trinitaria más desarrollada.
En épocas pretéritas, cuando los fieles se reunían en una iglesia y se trasladaban procesionalmente a otra para la Misa, era la oración inicial que se rezaba cuando el pueblo estaba reunido. Actualmente, con la oración colecta concluyen los ritos iniciales y se da paso a la Liturgia de la Palabra.
También se llama colecta a la recaudación monetaria que se hace a favor de los necesitados durante la Misa.
La oración sobre las ofrendas se pronuncia una vez preparados los dones sobre el Altar y tras el lavatorio. El sacerdote nos invita a orar con el “Orad hermanos para que este sacrificio mío y vuestro...” y tras la respuesta del pueblo pronuncia la oración. Es el momento más importante del rito de preparación de los dones.
Hay que hacer notar que durante esta oración se ha generalizado la costumbre del pueblo de permanecer sentados, indebidamente.
La oración de poscomunión se reza tras el momento de silencio y reflexión una vez terminado de repartir el Cuerpo de Cristo. De nuevo el sacerdote nos invita a orar y, el pueblo en pie al mismo tiempo que el sacerdote se levanta, escucha la oración y la concluye, al igual que todas las demás, con un AMEN. Su contenido hace referencia a alguno de los efectos del sacramento recién recibido relacionándolo con la fiesta celebrada o con el tiempo litúrgico.
Otras oraciones como la Oración de los fieles o el Padrenuestro serán objeto de diferentes artículos.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

9.9.07

LOS LIENZOS LITÚRGICOS Y SU USO

En este artículo vamos a enumerar y describir los principales lienzos litúrgicos, entendiendo por tales los que se usan durante la celebración eucarística. Podemos citar varios.

Como más importante tenemos el corporal, que debe emplearse siempre en la celebración de la Misa. Es un paño de forma cuadrada y para guardarlo se pliega habitualmente en nueve secciones. Se despliega al comienzo de la liturgia eucarística (preparación de los dones), para colocar sobre él el cáliz y la patena con la Hostia que será consagrada. En las concelebraciones se puede utilizar un corporal mayor. Es preferible que no lleve adornos, para significar mejor la asociación que tradicionalmente se ha hecho con el santo sudario. No obstante, se suele poner una cruz en el centro del lado más próximo al celebrante, que también le sirve de referencia.
También se debe usar, además de en la Misa, en la Exposición del Santísimo, para colocar encima la custodia o copón y sobre una mesita cuando se lleva la comunión a los enfermos.
Su nombre le viene del Cuerpo del Señor, que va a reposar sobre ese lienzo.

El purificador es un paño que se suele plegar longitudinalmente, en tres partes, para utilizarlo a modo de toalla en la limpieza de los vasos sagra­dos. No se debe adornar en exceso y debería ser de lino blanco o de otro tejido absorbente.

La palia es una cuadrado de cartón o madera recubierto de lino o tela almidonada que cubre el cáliz, impidiendo que caiga polvo o insectos dentro de él. Su uso es opcional. Conviene emplearla en épocas del año en las que el polvo y los insectos son más frecuentes, o en lugares en los que podría caer alguna cosa dentro del cáliz, por ejemplo: en una Misa celebrada al aire libre. La parte superior de la palia se puede adornar ricamente. Tiene un sentido puramente utilitario e higiénico. La tela y el color normalmen­te hacen juego con los ornamentos, aunque puede ser siempre blanco. Si tiene forma redonda se la llama hijuela.

El cubrecáliz en una tela que cae de la palia, tapando el cáliz. Una forma de subrayar la transición de la liturgia de la palabra a la liturgia eucarística es poner el cubrecáliz durante la liturgia de la palabra y quitarlo en el ofertorio, cuando el altar y las ofrendas están pre­parados.

El manutergio o toalla es un lienzo que sirve para que el sacerdote se seque las manos después del lavabo. Debe ser absorbente y amplio.

Jesús Luengo Mena, Vicette de Jesús Despojado y Lector instituido

3.9.07

INCIDENTES QUE PUEDEN OCURRIR DURANTE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA Y CÓMO SOLUCIONARLOS

Vamos en este artículo a relacionar algunos de los incidentes que se pueden producir durante la celebración eucarística, sin ánimo de agotar la casuística posible. En cualquier caso, cuando algo sale mal en el presbiterio hay una regla de oro: debe actuarse siempre con calma y sentido común, sin perturbar al pueblo innecesariamente.

En lo referente a los laicos, el incidente más repetido puede ser referido a las lecturas.
¿Qué hacer si, cuando el lector se acerca al ambón y bien o no está el Leccionario o han colocado un Leccionario equivocado?
Si no hay Leccionario puesto, el lector se dirigirá discretamente al acólito, si lo hay, o al presidente para que éste requiera al encargado de ponerlo o lo tomará, si conoce su ubicación y las lecturas que corresponden al día. Otro caso es que las lecturas que aparezcan en el leccionario abierto no sean las que correspondan. Si los Leccionarios están a la vista y conoce cual tiene que usar lo puede tomar y buscar las lecturas. Es útil tener siempre en el presbiterio los distintos tomos del Leccionario y el Directorio Litúrgico o Calendario litúrgico del ciclo en curso para buscar rápidamente las lecturas que corresponden al día.
Es bueno que los lectores repasen con discreción en el ambón las lecturas y comprueben que el libro está convenientemente preparado.

En lo referente al clero pueden darse varias situaciones.
¿Qué hacer si el sacerdote, después de la Consagración o incluso en el momento de la Comunión, descubre que en el cáliz hay solo agua y no vino?
Este incidente puede ocurrir si se emplea vino blanco o si en la vinajera del vino se ha puesto agua por equivocación. El sacerdote deberá vaciar el cáliz y volver a poner vino y agua repitiendo solamente las palabras que corresponden a la consagración del cáliz.

¿Qué hacer con los purificadores cuando están empapados con la Sangre de Cristo después de, por ejemplo, haber impartido la Comunión bajo las dos especies?
Esos purificadores se deben poner en remojo durante un tiempo y verter posteriormente el agua en el sacrarium, desagüe de una fuente o en un jardín. No es respetuoso verter esa agua en un lavabo común, que va a los desagües generales de la red de saneamiento. Después se pondrán los corporales a secar, hasta que se laven de la manera habitual. El mismo procedimiento se debe seguir si cae la Preciosa Sangre en un corporal o en un ornamento o ropa.

¿Qué hacer cuando se cae un cáliz en el altar o en otro lugar?
Si se derrama algo de la Sangre del Señor se debe lavar el sitio con agua y posteriormente echarse en el sacrarium. Se puede poner un purificador o paño grande donde ha caído la Sangre, para que vaya empapando. Luego, se retira con sumo respeto y se procede como en el punto anterior. Igual procedimiento se sigue si se ha derramado sobre el mantel del Altar.

¿Qué hacer si, durante la comunión, se acaban las sagradas formas y no quedan más en el Sagrario?
En ningún caso puede el sacerdote consagrar más formas. Puede partir las Hostias en pequeños fragmentos. Esta acción es más decorosa hacerla en el Altar, no mientras reparte la Comunión, y solo puede ser ayudado en esta tarea por otro sacerdote. Si las Sagradas Formas no pueden partirse más y quedan fieles sin recibir la Comunión el sacerdote podría ofrecerse a celebrar otra Misa para las personas que no han podido comulgar, si es posible. Es muy conveniente prever con cuidado y revisar el número de formas del Sagrario para evitar en lo posible esas situaciones.

¿Qué hacer si cae al suelo una Hostia?
Si se cae al suelo una Hostia el ministro celebrante (no el comulgante) deberá recogerla de inmediato. La puede depositar sobre el corporal y consumirla posteriormente. El lugar en que cayó la Hostia puede ser purificado posteriormente.

Nota: El sacrarium es un depósito con desagüe directo a la tierra, donde se echa el agua que se ha sobrado de una función sagrada, como el lavado de los objetos sagrados y suele estar en la sacristía. A veces también se le llama "piscina".

El lector interesado puede completar su información consultando el libro de Peter J. Elliot titulado “Guía práctica de Liturgia”.

Jesús Luengo Mena, Lector instituido.