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13.4.08

LA ABLUCIÓN

Ablución es, según la RAE de la Lengua, la acción de purificarse por medio del agua, según ritos de algunas religiones, como la judaica o la mahometana. En la liturgia católica llamamos así a la ceremonia de purificar el cáliz y de lavarse los dedos el sacerdote después de comulgar. Así pues, la ablución es el acto de acto de limpiar (purificar) los vasos sagrados que se han usado en la misa y también el eliminar las partículas de pan consagrado que hayan podido, ocasionalmente, quedado adheridas a los dedos del celebrante. Tanto el celebrante como el diácono o el acólito pueden purificar los vasos sagrados en el lado derecho del altar o en la credencia. Si hay diácono o acólito deben hacerlo ellos, mientras el sacerdote guarda el sagrado silencio de la poscomunión junto con los fieles. Es preferible usar la credencia para este rito y no el altar, ya que litúrgicamente es un hecho irrelevante pues se trata de lavar lo usado. Si se hace en la credencia se evita distraer al pueblo en su acción de gracias.
Al purificar los vasos, hay dos tendencias que se deben evitar: por una parte se debe evitar un esfuerzo demasiado escrupuloso para encontrar las partículas más pequeñas, y por otra parte el adoptar un modo aparentemente informal y despreocupado que podría implicar, al menos, una falta de respeto a la Eucaristía. En cualquier caso, debe evitarse el dar la impresión de que se trata de una segunda comunión.
Después de colocar las formas en el sagrario, el celebrante de pie en el centro del altar, consume si es preciso lo que queda de la Preciosa Sangre (ayudado por otros si es necesario). Luego, lleva el cáliz y la patena o los otros vasos sagrados al lado derecho del altar (o los ayudantes los llevan a la credencia, si las purificaciones se realizan allí). Primero se asegura que todos los fragmentos van al cáliz (o al copón), cubriendo los dedos de la mano derecha con el purificador, sin frotar la superficie con movi­mientos circulares, sino empujando suavemente todos los fragmentos dentro del cáliz.
Mientras el acólito o ayudante derrama una cantidad razonable de agua en el cáliz o en el copón, el celebrante puede poner los dedos encima para que los fragmentos adheridos a los dedos caigan dentro. Puede apartar los dedos para indicar al ayudante que deje de echar agua. Seca sus dedos y, si es necesario, da vueltas al vaso para asegurarse de que los fragmentos están desprendidos de la superficie interior. Luego, bebe la ablución. Igual haría el diácono o el acólito.
Si hay varios copones para purificar, puede no ser fácil limpiarlos «en seco» con el purificador. Por tanto, se puede echar agua en un copón (sobre los dedos), seca los dedos y echa la ablución en el siguiente, y así sucesivamente, hasta que al final lo vierte en el cáliz y lo bebe.
Durante las purificaciones el celebrante (diácono o acólito) dice en secreto: “Haz, Señor, que recibimos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna”. Después de beber la ablución, si es necesario, el celebrante se limpia los labios con el purificador. Deja el purificador en el altar o en la credencia, donde el ayudante cubre el cáliz. Si las purificaciones se dejan para después de la misa, los vasos sagrados se llevan a la credencia, se colocan sobre un corporal y se cubren con un velo (cubrecáliz). Las purificaciones no deben hacerse en la sacristía.
Durante la Comunión, un ayudante quita el misal y el atril del altar. Cuando el celebrante vuelve a la sede, los ayudantes (diácono o acólito) van al altar y doblan el corporal llevándolo junto con el cáliz y cualquier otro vaso sagrado a la credencia. El altar está ahora como antes de la preparación de las ofrendas. Sin embargo, el cele­brante puede decidir recitar la oración después de la Comunión e impartir la bendición final desde el altar. En este caso, después de lle­var el corporal y los vasos sagrados a la credencia, el misal y el atril pue­den ponerse en el centro, donde estaba el corporal. Antes de que el celebrante vaya al altar, un ayudante puede pasar las páginas del misal para dejarlo abierto por la oración de poscomunión propia del día.
Jesús Luengo Mena

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, es posible que nos comparta un video sobre la función de cada uno de los acólitos. Gracias