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11.5.09

EL PAPEL DEL DIÁCONO EN LA MISA I

Continuamos en este nuevo artículo analizando la función diaconal en la liturgia. Habría que hacer dos aclaraciones previas: el diácono debe servir a los demás e integrarse en todas las actividades de la vida parroquial, que no se ciñen exclusivamente a la liturgia. Además, al haber sido instituido previamente como lector y acólito, puede ejercer todas las funciones de esos ministerios de pleno derecho.
Hay que insistir en que se le deben respetar sus funciones por parte del presbítero y del obispo. Para ejercerlas debe llevar las correspondientes vestiduras sagradas. No puede cumplir sus funciones vestido de civil.
Seis son las funciones, típicamente de servicios, que la OGMR del Misal atribuye al diácono en la celebración de la Misa. “Reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio sino en orden al ministerio”. Están pues al servicio de los presbíteros y obispos.
Como función general tiene la de asistir al sacerdote y estar siempre a su lado. Se coloca siempre a su derecha en el altar y debe tener preparado un asiento a la derecha de la sede. Después del presbítero, en virtud del orden sagrado recibido, el diácono ocupa el primer lugar entre los ministros de la celebración eucarística.
En el altar ayuda al sacerdote en lo referente al cáliz o al libro, proclama el Evangelio y, a veces, predica la Palabra de Dios por mandato del presidente. También anuncia las intenciones en la Oración universal de los fieles, distribuye a los fieles la Eucaristía, especialmente bajo la especie de vino, y purifica y recoge los vasos sagrados. Pronuncia las moniciones diaconales (en el rito de la paz y en la despedida). Suple, si es necesario, lo debido a otros ministerios. Vamos a continuación a pormenorizar su papel comenzando por la
Procesión de entrada
En la procesión de entrada llevará el Evangelario en alto. Si no lleva el signo de la Palabra, el diácono acompaña al sacerdote a su lado derecho. Cuando la procesión llega al altar, el diácono omite la reverencia, sube al altar donde deposita el Evangeliario y besa el altar junto con el sacerdote. Pero si no lleva el evangeliario, hace una profunda inclinación al altar junto con el sacerdote y lo venera con el beso.
Ritos iniciales
Si se inciensa el altar, el diácono acompaña al sacerdote que inciensa primero la Cruz, y luego el altar mismo, dándole vuelta por la derecha hasta volver al centro. Allí mismo en el centro del altar, recibe el incensario de la mano del presidente, y lo entrega al acólito turiferario. Y de allí, el sacerdote se dirige directa e inmediatamente a la sede (no se queda al altar, que todavía no sirve durante la Liturgia de la Palabra). El diácono no tiene una sede propia, debe colocarse cerca de la sede presidencial, pero evitando que aparezca como co-presidente.
Lo que se destaca en este rito de entrada es el altar que representa a Cristo mismo, la piedra angular de su Iglesia, su Cuerpo: “Ara Christus est”: El altar es otro signo de Cristo, piedra angular de la Iglesia, su Cuerpo que se hace ya visible en la asamblea litúrgica misma que se está congregando.
Durante el resto de los ritos iniciales el diácono ya cumple su función de asistir al sacerdote “ad librum” preocupándose de presentar la página exacta del “Libro de la Sede” (o del Misal) que un acólito mantiene delante del sacerdote de pie (acto penitencial y oración colecta).
En un próximo artículo veremos su función en la Liturgia de la palabra, Liturgia eucarística y ritos conclusivos.

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