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8.2.11

LAS BENDICIONES Y SUS MINISTROS

La bendición es, litúrgicamente hablando, un sacramental. Las bendiciones no son sacramentos; no son instituidas por Cristo; no confieren gracia santificante; no producen su efecto en virtud del rito mismo ex opere operanto. La bendición invoca el apoyo activo de Dios para el bienestar de la persona, habla del agradecimiento, implica salud, provisión y felicidad en la persona que recibe buenos deseos de nuestra parte.
Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones: de personas, de la mesa, de objetos, de lugares. Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1:3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que están destinadas a personas –que no se han de confundir con la ordenación sacramental– figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc”.
El Ritual Romano contiene bendiciones para diversas ocasiones y cosas.
Hay diferentes tipos de bendiciones. Se pueden bendecir, por ejemplo, los alimentos. Esta bendición atrae la benevolencia de Dios pero no imparte al objeto un carácter sagrado como sería el caso en la bendición de un cáliz el cual queda reservado irreversiblemente para el uso sagrado en la Santa Misa. Tampoco confiere al objeto bendecido propiedades milagrosas ni cambia su sustancia.
Los ministros que imparten la bendición son distintos: el papa, el obispo, el sacerdote, el diácono, e incluso los laicos.
¿Estas bendiciones tienen más valor unas que otras?
El ministro ordenado que las imparte es representante de la Iglesia según sus distintos niveles: El papa, sucesor de Pedro, representa la Iglesia universal. Incluso la bendición papal (o apostólica) transmitida " Urbi et Orbi" por TV significa esta integración de cada bautizado en la Iglesia universal.
El obispo, sucesor de los apóstoles, es pastor de una iglesia local: él está en la Iglesia y su iglesia está en él. Incluso, por ser miembro del colegio apostólico unido a su cabeza, el papa, puede dar en su diócesis la bendición papal o apostólica tres veces al año, en las fiestas solemnes señaladas por él, como si fuera la bendición del mismo papa.
El sacerdote, que hace presente al obispo en un sector de la Iglesia local, imparte la bendición al final de las celebraciones litúrgicas, y en muchas otras celebraciones, como la bendición nupcial, e incluso la bendición apostólica (en nombre del papa) "in articulo mortis", y casi todas las bendiciones sobre personas o objetos del Bendicional.
"Siempre en todos estas bendiciones, hay que cuidar diligentemente el anuncio de la Salvación, la comunicación de la fe, la alabanza de Dios y la oración, unidos a la bendición como celebración". (Bendicional: nociones generales nn 18-19).
Dejamos para un próximo artículo la pregunta abierta ¿Puede un laico bendecir?