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28.3.12

EL EJERCICIO DEL QUINARIO

Estamos terminando el periodo más denso de la actividad cultual de las hermandades: la Cuaresma y los meses anteriores. No olvidemos que el culto está en la raíz misma de la hermandad, es su fin primordial, sin olvidar la caridad, la formación y la catequesis de sus miembros. Vamos, ahora que estamos culminando esta intensa época cultual, a hacer una reflexión sobre el sentido de uno de los ejercicios de culto más generalizado: los quinarios.
Dentro de los cultos que las hermandades dedican a sus titulares, en la Cuaresma, destaca el quinario, generalmente dedicado a las imágenes cristíferas, aunque no en exclusiva. El quinario es un culto perteneciente al ámbito de la religiosidad popular, por lo cual no se puede considerar como acto litúrgico.
En primer lugar decir que los quinarios –cinco días– parecen hacer referencia a las cinco llagas de Cristo, de ahí su duración, nombre y especial dedicación a las imágenes cristíferas. En siglos pasados, la celebración del quinario tenía un carácter penitencial y misional: durante cinco días, los cofrades se preparaban, mediante ejercicios de piedad, meditación, escucha de la Palabra de Dios y sermón, para culminar con el día más importante: la Función Principal de Instituto, en la cual sí que se celebraba la misa y se hacía ejercicio de comunión general. Así pues, para el ejercicio del quinario no hace falta la celebración eucarística. La Hermandad de los Estudiantes de Sevilla así lo sigue haciendo: su quinario es auténtico, con Liturgia de la Palabra, sermón –parte importante del quinario– y adoración al Santísimo.
Por eso,  la llamada Función Principal recibía ese nombre: porque se celebraba la eucaristía y los cofrades comulgaban. El ayuno eucarístico, hoy reducido a una hora antes de comulgar, era en aquellos años muy penoso, ya que había que guardar doce horas –desde la noche anterior–. La práctica de la comunión frecuente no entraba en las prácticas religiosas del pueblo, debido a ese riguroso ayuno previo, y las misas vespertinas eran inexistentes.
En la actualidad, aunque las hermandades sigan celebrando quinarios, se ha perdido de hecho su primitiva estructura y función. Muchas hermandades llaman quinario a celebrar la eucaristía, eso sí, con rezo previo del rosario la mayoría de las veces. Otras, tras el rosario, hacen el ejercicio del quinario, que suele constar de oración, meditación breve, peticiones al titular y poco más, siempre con prisa y en escasos minutos. Una ocasión perdida, ya que el quinario si que es un acto de culto, no litúrgico, eso sí, pero específicamente dedicado al titular de la hermandad, propio de esa advocación e imagen.
La eucaristía ocupa, prácticamente, todo el tiempo del quinario, ya inexistente en muchas cofradías aunque lo sigan llamando así.
También el concepto de Función Principal sufre esa evolución y ha perdido algo de su sentido original. Si siempre se celebra la eucaristía, en rigor no puede decirse de una eucaristía que sea más principal ni importante que otra.
Aunque no se trata de volver a prácticas ya en desuso no estaría de más recuperar el llamado “ejercicio del quinario” por las hermandades que lo han perdido. Es una ocasión única para honrar a su titular, dedicándole oraciones y meditaciones propias e individualizadas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja,Ja, Ja, Ja, ...

Decir que antes se comulgaba menos por la severidad del ayuno previo, es faltar a la verdad. Se comulgaba menos porque se era más consciente de los pecados. En cambio, ahora parece que nada es pecado y todos somos mejores.

JaJaJa

Jesús Luengo Mena dijo...

Estimado amigo: Independientemente del comentario en tono despectivo que emplea, pienso que fuera de lugar en este blog, puedo puntualizarle que la práctica de la comunión frecuente o diaria, hoy recomendada por la Iglesia, no siempre fue así. De hecho, en los pasados siglos, no era frecuente y podría ser, en algunos casos, vista con cierta prevención. Incluso Reglas de Órdenes religiosas o Reglamentos especificaban qué días tenían que comulgar. En definitiva, una cosa era la misa y otra la comunión. Santa Teresa comulgaba cada quince días, y parecía un exceso. Eso es lo que quería decir. Para mí (y otros liturgistas que he leído)el ayuno riguroso era un elemento añadido a esa práctica de frecuentar la comunión, que era mínima.
Sobre el actual concepto de pecado sí que entiendo, como usted, que una conciencia laxa es la que impera, moral relativista la llaman. pero no seré yo quien juzgue a nadie que se acerca a comulgar.