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27.9.16

SOBRE LAS POSTURAS QUE ADOPTA EL SACERDOTE EN LA MISA (I).

Vamos a dedicar un par de artículos a analizar las distintas posturas y gestos que el sacerdote realiza durante la misa, refiriéndonos al que preside la celebración. La Liturgia no es exclusivamente verbalista, sino que también en la celebración hay aspectos importantes visuales y de expresión corporal. A esos nos referimos. No se olvide que la «actuación» del presidente es uno de los factores que más influyen en el clima de una celebración litúrgica. Actuando «in persona Christi», es el presidente quien transmite a la asamblea la Palabra, quien eleva a Dios la alabanza, la petición y la súplica, dándole a su comportamiento un sentido sagrado, tal como afirma Aldazábal[1]. Los gestos deben ser elegantes y sin precipitación.
Los gestos y posturas hablan. No es lo mismo estar de pie que sentado, que el sacerdote mire al pueblo o que salude mientras busca las páginas del Misal. En definitiva, los gestos tienen que transmitir sinceridad y autenticidad.
En la misa, en primer lugar, la procesión de entrada, si la hay, la hará con las palmas de las manos unidas, a la altura del pecho, como el resto de los ministros que no porten objetos. Es señal de respeto y de oración, gesto de humildad y vasallaje, de actitud orante y confiada. Es el gesto más acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de emplearse en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas. El sacerdote, al llegar al altar hace inclinación profunda y, posteriormente, lo besa. Si hay concelebrantes también lo hacen. Si se usa incienso, el sacerdote inciensa a la Cruz y al altar, rodeándolo. Si el Sagrario estuviese en el retablo, a la vista, hará genuflexión..
Terminado el canto de entrada, si lo hubo, desde la sede, el sacerdote y los fieles se signan con la señal de la cruz. Después, el sacerdote vuelto hacia el pueblo y extendiendo las manos, lo saluda usando una de las fórmulas que propone el Misal. 
Tras el acto penitencial, el Kirie y el Gloria, si procede, el sacerdote, con las manos juntas, invita al pueblo a orar, diciendo: Oremos. Luego, el sacerdote con las manos extendidas, dice la Oración Colecta. Se entiende que extender las manos se refiere a abrir los brazos, a media altura[2]. Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que celebra la santa misa. El simbolismo principal detrás de la posición orante de ser un gesto sacerdotal se basa en la indicación de que el sacerdote está orando en nombre de nosotros, actuando como «alter Christus», como pastor del rebaño, cabeza del cuerpo
Durante la Liturgia de la Palabra, excepto al Evangelio que está de pie,  el sacerdote permanece sentado, con las manos sobre las rodillas. Si hay incienso, en el momento del Aleluya permanecerá sentado mientras los acólitos le ofrecen el turíbulo y el incienso. Si no lo hay, se pone en pie, junto a toda la asamblea.
Si tiene que proclamar el Evangelio, por faltar el diácono o no haber concelebrantes, el sacerdote antes de leer el Evangelio se inclina ante el altar y dice: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio” y se dirige al ambón. Allí, con las manos juntas, saluda al pueblo: El Señor esté con vosotros; y el pueblo responde: Y con tu espíritu; y en seguida: Lectura del Santo Evangelio, signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen también todos los demás. Si se usa incienso, el sacerdote inciensa el libro. Al acabar, el sacerdote besa el libro, diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
Si no hay un lector, el mismo sacerdote proclama todas las lecturas y el salmo, de pie desde el ambón. Posteriormente, el sacerdote, de pie en la sede o en el ambón mismo, o según las circunstancias, en otro lugar idóneo pronuncia la homilía, que es obligatoria los domingos y fiestas de precepto.
El Símbolo (Credo) se canta o se dice por el sacerdote juntamente con el pueblo estando todos de pie. A las palabras y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre o bien  que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen del Credo nicenoconstantinopolitano o del Credo apostólico respectivamente todos se inclinan profundamente; y en las solemnidades de la Anunciación y de Navidad, se arrodillan.
Dicho el Símbolo, en la sede, el sacerdote de pie y con las manos juntas, invita a los fieles a la oración universal con una breve monición. Después el cantor o el lector u otro  ministro, desde el ambón o desde otro sitio conveniente, vuelto hacia el pueblo, propone las intenciones; el pueblo, por su parte, responde suplicante. Finalmente, el sacerdote, con las manos extendidas, concluye la súplica con la oración.
Los gestos y posturas durante la Liturgia Eucarística y Ritos finales los veremos en el siguiente artículo.




[1] José Aldazábal, Gestos y Símbolos, Dossier CPL 40.
[2] El gesto de algunos sacerdotes de las manos enfrentadas al pueblo no parece  el más adecuado.