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11.3.18

Domingo de Laetare


LITURGIA. EL DOMINGO DE LAETARE. JESÚS LUENGO MENA
La Iglesia celebra cada año, en tiempo cuaresmal, el cuarto domingo de Cuaresma, denominado de «Laetare». Recibe ese nombre por la antífona de entrada de la misa
«Laetare, Ierusalem, et conventum facite omnes qui diligites eam; gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis; ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae»
(¡Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos!) Son frases tomadas del Cántico de Isaias[1]
Este domingo tiene un carácter especial dentro de la Cuaresma: es un domingo de alegría porque se acercan ya las fiestas pascuales. Veremos la alegría que sintió el pueblo de Israel cuando fue liberado de la cautividad de Babilonia en la primera lectura y celebraremos nuestra salvación por pura gracia de Dios, que, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, como oiremos en la segunda lectura. El Evangelio de Juan nos hará ver la alegría de saber el amor que Dios nos tiene, que envió a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo. Este don requiere por nuestra parte recibirlo con fe: todo el que cree en Él tendrá la vida eterna, no será condenado. Pero el que no cree en el nombre del Hijo único de Dios, ya está condenado. Los textos, pues, nos hablan también de la alegría.
Los ornamentos para este domingo son de color rosa o morado, el rosa es opcional. El color rosa (que no deja de ser un morado más claro) simboliza alegría, aunque sea una alegría pasajera y efímera.
Este domingo se celebra el segundo escrutinio preparatorio al bautismo para los catecúmenos que en la Vigilia pascual serán admitidos a los sacramentos de la Iniciación cristiana, con oraciones e intercesiones propias. Otras peculiaridades de este domingo es que puede utilizarse la música instrumental y se puede adornar el altar con flores.
Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Los ornamentos de color rosado surgieron en la Baja Edad Media en el sur de Italia. Se asignan a los domingos Gaudete, III de Adviento, y Laetare, IV de Cuaresma, por ser los penúltimos de cada tiempo señalado: es un respiro en el camino de la austeridad al divisar en el horizonte la gloria que se va a alcanzar.
El color rosa pasó al Caeremoniale Episcoporum y de ahí se extendió su uso, aunque nunca ha sido preceptivo, sino «ad libitum», es decir, a consideración o discreción del celebrante o presidente de la celebración litúrgica.
Este domingo fue llamado también como «Domingo de las Rosas» pues, en la antigüedad, los cristianos acostumbraban obsequiarse rosas. Y de esa costumbre derivó la «Rosa de Oro», allá por el siglo X.
Consiste en que el Santo Padre, en el IV Domingo de la Cuaresma, iba del Palacio de Letrán a la Basílica Estacional de Santa Cruz de Jerusalén, llevando en la mano izquierda una rosa de oro que significaba la alegría por la proximidad de la Pascua. Con la mano derecha, el Papa bendecía a la multitud. Regresando procesionalmente a caballo, el Papa veía su montura conducida por el prefecto de Roma. Al llegar, obsequiaba al prefecto la rosa, en reconocimiento por sus actos de respeto y homenaje. De ahí procede la costumbre de ofrecer la «Rosa de Oro» a personalidades y autoridades que mantenían una buena relación con la Santa Sede, como príncipes, emperadores, reyes. Fue creada por  el papa León IX  en 1049 y consiste en un rosal de oro con flores, botones y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche de oropel con el escudo papal. La rosa es bendecida el cuarto domingo de Cuaresma, ungida con el Santo Crisma y se la inciensa, de modo que es un sacramental.
En la actualidad, los papas acostumbran a remitir este símbolo de afecto personal únicamente a santuarios marianos destacados. Por ejemplo, el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, (Portugal), recibió una Rosa de Oro de Pablo VI, en 1965, y la Basílica de Nuestra Señora Aparecida (Brasil)  recibió otra concedida por Pablo VI, en 1967 y otra de Benedicto XVI, en 2007. Desde 1956 no se hace entrega de la rosa a ninguna persona.  
Lla «Rosa de Oro» tiene consideración de condecoración  otorgada por el Papa.




[1] Is 66,10-11

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